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Mostrando las entradas etiquetadas como Sevilla

Con otra mirada

  Sevilla es una postal. A veces aparece en alguna película, con su río, sus puentes, sus hermosas orillas, su música, su cosa "especial". Es una postal romántica, barroca, romana y renacentista. Una visión cuajada y llena de matices. Algo inexplicable. Imagen reluciente de calles y callejas, de artistas y de espacios, de edificios, de verde y de azul ultramarinos, de barrios. Todo eso es Sevilla y esa es la Sevilla que se siente tan amada, tan acorde con lo que uno desea contemplar y vivir. Pero hay otras Sevillas.  Una vez me robaron el coche. Era época de feria y yo vivía en Los Remedios. Mi pareja de entonces tuvo la ocurrencia de que nos diéramos una vuelta por algunas zonas de la ciudad a las que nunca íbamos pero que podían tener "algo que ver" con el coche robado. El coche nunca apareció, por otra parte, pero de esos paseos clandestinos y nocturnos, con las ventanillas subidas, saqué algunas enseñanzas. A él no parecía afectarle nada de lo que veía y creo qu

Ciudad de altas murallas

  (Torre Sevilla, obra de César Pelli. Las críticas a su construcción han sido la constante desde el comienzo del proyecto. Foto de la autora del blog)    Vengo de un lugar en el que las murallas están en el cante. Unas murallas que salvaron vidas en una ocasión, cuando la explosión lo convirtió todo en un campo de batalla: Son murallas que separan dos espacios: Cádiz-Cádiz y Puertatierra. Son las únicas murallas que conozco. Por todo lo demás, es un lugar de puertas abiertas, de conocimientos rápidos, de amigos casi inmediatos, de libertad para relacionarte, entrar, salir, sin carnés. Ese día primero del trabajo en el que una compañera me invitó a su cumpleaños, ese día primero en el que apareció el hombre de ojos verdes. No hay que hacer más esfuerzos que dejarse llevar y ya eres uno de ellos. Al menos, ha sido así hasta hace algún tiempo y espero que el paso de este no la haya convertido en una imitación de Sevilla. Demasiado se imita ya el paso de los penitentes (que no, nazarenos)

Puentes de ojos perennes

  Para ver que todo se ha ido, para ver los huecos y los vestidos, ¡dame tu guante de luna, tu otro guante perdido en la hierba, amor mío! (Federico García Lorca, Poeta en Nueva York)   La luna es una invitada especial en los otoños de Sevilla. Luego está el sol de las mañanas y los mediodías. Están los atardeceres indecisos. Está la noche tibia. Están los puentes, todos desplegados sobre los dos lados de la ciudad. En uno de esos lados, la vida tiene sabor a pueblo, parece que todavía van a verse, cruzando la calle San Jacinto, labriegos que recorren el camino hacia el Aljarafe y que llevan alforjas o vasijas con agua y con vino, como si estuvieran a punto de celebrar una ceremonia ritual. En el otro lado, los grandes edificios que dan lustre a la imagen de la ciudad, se yerguen fantasmagóricos, abriendo y cerrando los ojos de los  transeúntes , ojos perennes a la contemplación de un milagro que se repite año tras año.    Cruzar los puentes convierte en odisea lo que senci

Elogio del mérito

La luz de Sevilla entra por todos y cada uno de los patios del gran edificio que albergó una industria de leyenda y que hoy es buque insignia de la Universidad. Un gran barco del saber en el corazón de una ciudad esculpida en los siglos de la historia. Es el espacio privilegiado en el que todavía pueden oírse, si prestas la atención suficiente, el eco de los viejos maestros. Apagado el calor insoportable de los hornos, despejado el polvillo arenoso del tabaco en rama, lejos las mujeres de rompe y rasga con sus niños de pecho agarrados a la cintura, el edificio pervive sumido en la serena contemplación filosófica del paso del tiempo. Pero las voces siguen, no desaparecen, reposan en sus muros y reviven si eres capaz de atenderlas. Tantos años aflorando vocaciones, despertando talentos, azuzando el destello del saber...Tantos años, desde aquel pasado en el que la actividad más puntera de la ciudad precisaba nuevo acomodo y lo halló justamente en este lugar, entonces virgen y ahora c