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Mostrando las entradas etiquetadas como Arte

Pasión por el arte contemporáneo. Tiempo de ARCO

  /Peter Zimmermann. Galería Filomena Soares. Portugal/ Me enamoré del arte contemporáneo estudiando la carrera. Tenía un profesor magnífico y aprendí a entender y a valorar muchos aspectos de la creación que antes tenía un poco en la oscuridad. El arte contemporáneo es todo lo contrario de lo oscuro: es claridad absoluta, es diálogo, relato e historia. Cualquier obra que tenga verdadero valor y que represente las virtudes de esta tendencia, de esta escuela, es una mirada afable, conversadora e inteligente, que deja al descubierto como nada la pasión del artista. Ningún creador se ha sentido más libre que en este tiempo, en este tiempo heredado de las primeras vanguardias y que ha dado a conocer al mundo una filosofía nueva y una praxis convertida en especialísima manera de tratar la materia del arte.  Hay algunos hilos que unen a esos artistas rechazados que después se convirtieron en canónicos, empezando por los impresionistas. Hay quien abomina de ellos y de los que vinieron después

Ellas...

Matilda Browne ,  In the Garden , 1915. Primero fue Agatha Christie con sus domésticos asesinatos. Luego, Jane Austen que se quedó para siempre en primer plano. Después, en la remontada, Ellen Glasgow con "La vida resguardada". Y así comenzó el desfile de mis "Mujeres Que Escriben":  Llegaría Elizabeth Gaskell, con "Ruth" y con la biografía de Charlotte Brönte. Llegaría Emily Dickinson. Y Elizabeth Barrett-Browning. Envuelta en perplejidades renacería Edith Wharton más allá de "La edad de la inocencia". Renacería Agatha Christie con sus "Cuadernos". Y junto a las mayores presencias de Jane Austen y de Iréne Nèmirovsky, otras mujeres que escriben y que se mezclan en un caleidoscopio de letras que emocionan: Edna Ferber, Rosalie Ham, Maggie O´Farrell, Carol Joyce Oates, Daphne du Maurier, Patricia Higsmith, Agota Kristof, Adda Ravnkilde, Alice MacDermott, Amélie Nothomb, Anita Loos, Rosamond Lehman, Sabina Berman, Zadie Smith, Sophie Kins

España

  Cabos bahías desiertos mesetas cordilleras dorada geografía un atolón de dudas una pregunta en forma de ancho cauce una duda como una nube negra.  (Cuadros de Joaquín Sorolla)

Una cierta soledad

  (Edward Hopper, Gas, MOMA, 1940) Cuando decidí estudiar Arte entendí que iban a abrirse algunas puertas nunca antes transitadas. Y así fue. No hay un momento más asombroso que el del descubrimiento de la obra de arte. Observas las imágenes, el color, los movimientos, los gestos, toda esa parafernalia que rodea el cuadro, y entonces te preguntas a ti misma cómo es posible que el ser humano tenga esa capacidad increíble de trazar líneas, de dibujar formas, para conmover hasta el infinito el corazón de otros seres humanos. Eso es el arte en cierto modo, además de otras cosas que no hace falta describir. Lo primero, emoción. Y sin ese empuje inicial poco valen las artimañas técnicas.  (Edward Hopper, Cape Cod Morning, Smithsonian American Art Museum, 1950) Una de esas veces, hojeando libros en el laboratorio de arte de la universidad, encontré a Edward Hopper. Creo que no hablaban de él en clase, aunque ahora me suena raro porque sí estaban los impresionistas, los postimpresionistas, las

Los irascibles

En noviembre de 1950 Nina Leen hizo esta fotografía del grupo de pintores expresionistas abstractos que estaban en desacuerdo con la política de exposiciones del MOMA y, por ello, habían enviado una carta al respecto. Eran "Los irascibles". La revista LIFE se hizo eco de la protesta y publicó la foto en enero de 1951. Pocas veces un testimonio gráfico es capaz de recoger a la élite del arte moderno en un determinado momento de la historia. Catorce hombres y una mujer posaron para Nina Leen arracimados estratégicamente, de forma que se pueda captar a todos ellos con el mayor detalle y amplitud. Todos los fotografiados tienen el semblante serio y miran a la cámara de forma muy clara. Excepto uno. Ese "uno" con gafas y que mira de través es, precisamente, Mark Rothko .  En la primera fila, además de Rothko , están Theodoros Stamos, Jimmy Ersnst, Barnet Newman y James Brooks , si contamos de izquierda a derecha. En la segunda fila, y en la misma dirección,

Abstracto Priego

  Quiero escribir, con esa misma quietud del campo en El Cañuelo, sobre aquellos días prieguenses que llevaban cante, música, pintura y calma. La tranquilidad de ser feliz sin meta y sin tasa. Qué lejano resulta todo aquello. Llegamos hasta Priego convencidos de que ese fin de semana sería muy especial y no erramos. Las risas de la primera noche, en aquel alojamiento que daba susto solo de pensarlo, se cambiaron después cuando cenamos en un sitio que parecía el patio de una casa encalada. Estábamos unos cuántos, gente que nos queríamos, eso bastaba. Había cante cerca de la fuente. Aproveché para hacer una entrevista a Carmen Linares, nuestro primer encuentro, luego vendrían muchos y muchas charlas amenas y profundas. La fuente manaba agua y a su alrededor se batía la música como si tuviera que ir a singular batalla. Qué felices entonces, qué lejos los problemas, qué llanas las miradas, qué bellos los sonidos...Después del cante se derramó todo en algo parecido al amor, al amor efímero,

"Kandinsky" de Alexandre Kojève

  La relación entre Alexandre Kojève y Vasily Kandinsky iba más allá de la familiar: eran sobrino y tío. El filósofo se ocupó de teorizar sobre la pintura "no representativa" de Kandinsky y también sobre su personalidad. Esta la define como equilibrada, armoniosa y serena. Dos textos de Kojève expresan esta visión: "Las pinturas concretas de Kandinsky", de 1936 y "La personalidad de Kandinsky", de 1946. Ambos son complementarios y ayudan a integrar lo verdadero, lo bueno y lo bello como elementos sustanciales de la obra pictórica de Kandinsky. Lo más sustancioso de todo es que Kandinsky, como bien dice Kojève, no se dejó llevar por la improvisación ni por la rebeldía de la reacción a lo anterior, sino que construyó cuidadosamente su arte utilizando los principios teóricos que él mismo articulaba en sus escritos. Los amantes del arte contemporáneo disfrutamos con este librito que Abada Editores publicó en 2007, recogiendo el trabajo de edición de Marco Filo

Hanna y la rosa del Cairo

Una extraña rosa ha crecido en el patio de recreo .  Nadie se explica su nacimiento ni su origen. Es una rosa amarilla. No de ese amarillo claro, desvaído, triste, que suelen tener las rosas de ciudad. No. Es un amarillo intenso, un amarillo potente. Como el color de un canario en libertad. Las tres niñas han sido las primeras en descubrirla. La rosa estaba justo detrás de la canasta de balon- cesto. Una canasta vieja, muy vieja, herrumbrosa y que nadie utiliza, semiescondida en la sombra en la zona del patio que apenas se utiliza. La mayoría de los niños prefieren la parte soleada porque este es un colegio frío, cuyas clases son antiguas y están mal acondicionadas. Por eso, en la hora del recreo, todos se apiñan en el centro del patio, allí donde el rayo de sol es firme, donde se despliega su calor sin necesidad de arrebujarse en los abrigos. ¿Todos? No. Casi todos. Las tres niñas, por ejemplo, indagan cada día en los alrededores del patio buscando alguna sorpresa. Así descubrieron la

Catorce Nochebuenas

(Ramón Casas i Carbó.  Mujer sentada) En la Nochebuena número catorce la calle refulgía de recados, prisas y sonidos especiales. Las mujeres eran las reinas de la fiesta. Tenían en su mano el control de las cacerolas y los guisos, y, por una vez en el año, ordenaban a sus maridos qué hacer. Ellos estaban poco duchos en las cosas domésticas y trataban de no estorbar demasiado. Con eso era suficiente. Era una calle larga y sinuosa, con varios tramos de casas blancas y de color albero. La casa de la esquina tenía un zócalo de piedra ostionera y unos enormes cierros a la calle, de hierro forjado, y una azotea vibrante, desde la que se veían el horizonte, las salinas, el océano entero. En la casa de la esquina, la niña vivía su Nochebuena número catorce y estaba muy contenta porque ese año, por fin, su madre había entendido que tenía que usar sujetador y eso la convertía en alguien diferente. Solo una cosa faltaba para que su transformación fuera completa, pero tenía la esperanza de que o

París es triste

  Yo recuerdo un instante en que París caía  sobre mí con el peso de una estrella apagada.  Recuerdo aquella lluvia total. París es triste.  Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.  Vivir es detenerse con el pie levantado,  es perder un peldaño, es ganar un segundo.  Cuando se mira un río pasar, no se ve el agua.  Vivir es ver el agua; detener su relieve.  Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro  del Pont des Arts. De súbito, centelleó la vida.  Sobre el Sena llovía y el agua, acribillada,  se hizo piedra, ceniza de endurecida lava.  Nada altera su orden. Es tan sólo un latido  del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible.  Y se siente por dentro lo compacto del hierro,  y somos la mirada misma que nos traspasa.  La lucidez elige momentos imprevistos.  Como cuando en la sala de proyección, un fallo  interrumpe la acción, deja una foto fija.  Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento.  La pesada silueta de Louvre no se cuadraba  en el espacio. Estaba instal

La página del tiempo

  William Merrit Chase:  En el parque. Un camino , 1889. Amanece. El cuerpo se pregunta por los dolores viejos. Están ahí, reaparecen después del leve paréntesis de la noche. Y luego, fuera ya de la neblina del despertar, surge la gran interrogación, la que no cesa cada día: qué hago...Recuerdas entonces otro tiempo, pasas la página y miras otras cosas, las que eras. La ducha, el desayuno y el vestido. Y la calle, el aire fresco, y el aula y los alumnos. Ese tiempo que nunca pensaste que llegaría a acabar y que ha terminado dejándote sin nada, sin motivos, sin horas, con pesares.  Qué hago, dices. Y nada de lo que se te ocurre tiene mucho significado. Cualquiera de esas tareas podrías dejar de hacerlas y no pasaría nada. Nada es la palabra y vuelve a tu cabeza una y otra vez. Y los dolores. Y los adioses. Y el vacío. España limita al norte con el mar Cantábrico... Lo odias casi todo. Odias a los que son felices. Odias las ausencias. Odias a los que ríen y a los que van de vacaciones. L

Grises tirando a rosa

  (Paul Cornoyer. Washington Square)  El día amanece gris pero sin convicción. Estamos esperando la lluvia y consultamos con ansia de comprobación el tiempo en el teléfono. Esa maravilla de internet, quién la hubiera tenido de muy joven. Las cosas que podríamos haber hecho, los chicos con los que hubiéramos ligado, los amores que se hubieran cruzado con la vida...Cuando el día avanza, observo que ese gris es engañoso, que no respeta las expectativas y que no tiene intención de convertirse en lluvia. Si no llueve, ese gris se habrá desperdiciado porque un día sin sol solo tiene razón de ser si llueve, si el agua mansa cae sobre la plaza y la convierte en tibio y palpitante espacio donde los niños con botas de agua dan saltos como hicimos nosotros en la calle de la infancia, charcos que dejaban huella en todo, madres que reñían, padres que sonreían, al fin y al cabo no era una trastada demasiado importante.  La música está diciendo su reiterada frase, que escucho cada vez que suena y más

Una historia de sal

(Sal: campos, trazados y extractos. David Burdeny) Mi Rosebud, mi paraíso inalcanzable, existe. Es una salina, un espacio húmedo y cuajado de caminos de tierra y de agua salada, junto a la que se halla un fuerte casi destruido, recuerdo de la época de Napoleón que, en los lugares de mi infancia, dejó una huella muy profunda. Es el uno de enero de cualquier año y hace frío, aunque el sol está brillando en las primeras horas de la tarde. Allí estamos todos los hermanos con mi padre, porque ese es el único día del año en el que mi padre no trabajaba; el resto, todos los días, festivos, lluviosos, azotados por el calor, por la mañana, la tarde y la noche, mi padre trabajaba para que todos nosotros, sus nueve hijos, tuviéramos casa, comida, ropa, colegios y libros. En la salina el aire es muy denso y huele a verdín, a mar azulado y trepidante, a merienda recién preparada. Mi padre es delgado y de mediana estatura, con un fino bigote muy cuidado, lleva una camisa blanca de manga larga (él nu

Una calle que mira al sur

  (Pintura: Paul Cornoyer) Hermosa y larga, mi calle miraba al sur y se escondía de los malos vientos. Del calor del levante en el verano y del brumoso poniente en cualquier fecha. Así escribía su historia día a día, poco a poco, como si la vida no fuera otra cosa que las puntadas en un mantel de hilo. Puntada tras puntada, muy despacio, haciendo que el reloj no tuviera sitio para el aburrimiento. Las azoteas templadas del mediodía, las noches junto al cine de verano, las tardes de charla en las casapuertas, las mañanas junto a la taza de café en la cocina... La calle tenía un curioso resplandor que la convertía en escenario de cuentos. Los disfraces y las fiestas, la hora del cante, las miradas ruidosas, la gente que iba y venía, pisando sus piedras, sus aceras, logrando así el milagro de una convivencia más antillana que otra cosa. Todos los mares se apostaban a su alrededor para lograr el milagro de la risa y había quien no podía comprender cómo la escasez se convertía en chiste y l

La mujer con pantalones

  Gertrude Valderbilt Whitney posa en 1916 para Robert Henri con el descontento de su marido,  el banquero e inversor Harry Payne Whitney, que se negó a que el cuadro de su mujer en pantalones luciera en el salón de su casa.  Henri quiso retratar así a la mujer moderna en una pose eminentemente clásica. El cuadro está ahora en el Museo Whitney de Arte Americano. Es verdad que Gertrude no era una mujer al uso, sino una verdadera artista, que conoció bien la bohemia de París, estudió junto a Augusto Rodin y tenía las ideas muy claras.  El cuadro es ciertamente extraño. Mucho más en un pintor como Henri, uno de los fundadores de la escuela de Ashcan, que pretendía retratar a las clases populares de su época en la ciudad de Nueva York a modo de retratos realistas. Había nacido en 1865 en Cincinnati, Ohio, perteneciente a una curiosa familia de emprendedores propensos a los líos y que tuvieron peripecias para dar y tomar. La vida de Henri y los suyos bien daría para una serie de televisión.

Vidas transparentes

  (Obras de Giambattista Tiepolo, Venecia, 1696-Madrid, 1770) De Venecia a Madrid con dos de sus hijos, para complacer a los reyes, ejerciendo su oficio de pintor, para el que ya quizá se sentía algo viejo. No era fácil la pintura al fresco pero él dejó constancia de que los setenta son todavía una edad para pintar algo. El último gran barroco, el fresquista de los colores pastel, cuyos escorzos movían la pared como si temblara, cuyas figuras se contorsionan porque no pueden dejar de mirarse unos a otros, el pintor que desde la luz de Venecia y sus contrastes se asentó en una luminosidad nueva, limpiando las paredes de tanta sombra y aliviando los vestidos y los gestos, murió lejos de su casa a los setenta y cuatro. Mi padre murió en su casa a los setenta y cuatro, a falta de un mes, como diría una anciana de pueblo, de esas que lo controlan todo, que todo lo saben.  Se sabe tan poco de su vida privada, de su vida interior, de su vida sin pinceles y andamios, que era una vida transpare

Leyendo a Alberti, con un cuadro de Sisley

  (Las orillas del Oise. 1878. Alfred Sisley) Pero un aroma oculto se desliza, resbala,  me quema un desvelado olor a oscura orilla.  Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.  Es que siempre en la noche del amor pasa un río. (Rafael Alberti)  Los impresionistas nos caían bien. Habían tenido agallas. Lejos de echarse atrás, lejos de considerarse excluidos, habían logrado el auténtico milagro del arte: que lo bueno y lo nuevo se aliaran para convertirse en academia. Hoy los impresionistas son esos señores que pintan cuadros que a todos nos gustan. Y que quisiéramos tener en nuestros salones. Ellos, los primeros, y los subsiguientes, los que tomaron alguna pauta, alguna guía, los que transformaron la idea de la pintura estática en pintura dinámica. Aunque quizá ya en Villa Médicis Velázquez supo mucho de esto. El arte es una rueda que siempre gira y gira, que nunca deja atrás nada sino que lo transforma, a modo de energía, como el volante de un coche que tuviera la virtud de ac

Cartas como rosas

Escribir cartas es un acto de generosidad hacia la otra persona. En las cartas se vuelca la vida, pequeña o grande, conocida o difusa. Los escritores de cartas son gente dispuesta a ser escudriñados, valorados, por los demás. Hay ejemplos maravillosos de correspondencia entre personas valiosas, artistas, escritores, gente de categoría en algún aspecto. Pero también la vida real es la muestra de que las cartas son imperecederas y su perfume, como el de las rosas, sigue revoloteando por el aire, sin mácula, dejando huella.  Las flores de Georgia O'Keeffe son la mejor ilustración para contar cuántas cartas me escribía mi madre cuando me fui de casa, por ejemplo. En las cartas, que conservo, detallaba con suma precisión todos los acontecimientos de la semana o de los días. Incluso si algún hermano había hecho alguna travesura, lo que comían o bebían, si salían y adónde, lo que veían en la tele e, incluso, sus pensamientos, ideas, imaginaciones. Todas las cartas eran una evidencia clarí

"El ver y las imágenes en el tiempo de Internet" de Juan Martín Prada

La educación visual es una asignatura pendiente en el sistema educativo español. En primero y segundo de ESO hay una materia llamada Educación Plástica Visual y Audiovisual que, en la práctica, sigue siendo el clásico Dibujo. Esto no deja de ser llamativo si tenemos en cuenta que el impacto de las imágenes en los niños y jóvenes es de excepcional relevancia. En lugar de estructurar el conocimiento de estas imágenes y el uso responsable y práctico de Internet, el sistema educativo ha castigado la Red y se han alzado incluso voces que avisan del problema de las tablets y de otros dispositivos en los que la imagen es la base esencial.  Por eso, este libro de Juan Martín Prada , catedrático de la Universidad de Cádiz, tiene una importancia destacada tanto para especialistas como para cualquier persona que quiera entender lo que ve. Pues, al fin y al cabo, de eso se trata, de ordenar las miradas, de saber qué vemos y qué papel tiene lo que vemos. La Historia del Arte ha experimentad