Ir al contenido principal

"La mecanógrafa de Henry James" de Michiel Heyns


Theodora Bosanquet fue la mecanógrafa de Henry James entre los años 1907 y 1916. Escribía en una Remington que hacía mucho ruido y que se convirtió en un aditamento más del estudio del escritor. El ruido de la máquina llegó a formar parte del paisaje y, cuando estaba en silencio, todos sentían que faltaba algo. Escribir al dictado cambió ostensiblemente su estilo. De esta forma, sus digresiones, sus frases largas, sus merodeos por el lenguaje, el detallismo de sus descripciones y de sus acercamientos psicológicos a los personajes, se hicieron mucho más potentes. Incluso enrevesados. Porque era fácil dejarse llevar por la imaginación cuando la mano no tiene que responder. Las manos de James tuvieron problemas en su vejez pero siguió escribiendo gracias a las mujeres que copiaban en un papel suave lo que él les dictaba.

El aceptado por todos dominio de las palabras de James encontró en este sistema una fórmula eficaz para desarrollarse en su plenitud. Y Theodora fue la médium de este milagro. De ella, de su trabajo y su relación con Henry James y su grupo de amigos y familiares cercanos, trata este libro "La mecanógrafa de Henry James", que, partiendo de personajes y situaciones reales, entra en el desarrollo de unos hechos que la imaginación del autor completa a su manera. Los personajes existieron y las peripecias también. Las emociones son algo que pudieron ser o no, pudieron existir de esta manera o de otra, aunque, en todo caso, son interesantes, complejas y llenas de vida.

La admiración que la mecanógrafa llegó a sentir por su jefe se recoge en un librito que publicó The Hogarth Press, la editorial de Virginia Woolf, también gran admiradora de James y de las mujeres que escribían. El libro se tituló Henry James at work (Henry James en el trabajo) y, aunque no entra nunca en aspectos privados, sí ofrece muchas pistas sobre el modo en que James creaba los libros. Su manera de aprovechar la realidad, no para copiarla, sino a modo de inspiración, posando su mirada en personas y acontecimientos que le servían para desarrollar sus tramas. Puede decirse que todo lo que vivía estaba al servicio de su imaginación. 

El escritor estaba consagrado a la literatura, era para él una especie de sacerdocio. Ni siquiera tenía una bandera que seguir, una nación de pertenencia, porque, como afirma Theodora "nunca fue realmente inglés ni americano, ni siquiera cosmopolita". Su religión era la literatura, su obra, sus libros y su creación. Él era, personalmente, un outsider, aunque frecuentara la alta sociedad. 

La casa de Henry James en Rye, Lamb House, poseía las condiciones precisas para asegurar, a la vez, la intimidad y el contacto con la gente. Rye, en el condado de Sussex, a una hora de tren de Londres, tiene uno de los trazados urbanos medievales mejor conservados. Ofrecía a Theodora la oportunidad de recorrerlo en bicicleta, ataviada con sus pantalones anchos al modo en que las señoritas se estaban incorporando a este medio de locomoción. El escritor y su ayudante paseaban también, cada uno por su lado, por High Street, la calle principal, que todavía ofrece un bonito entramado de casas de madera estilo Tudor. La única diferencia con aquellos años es que el mar no está pegado a la ciudad, sino a tres kilómetros de distancia. 


(Estado actual de la estación de Rye)

Cuando  Henry James vivía en Rye este era un lugar lleno de gente respetable, que llevaban vidas respetables y que se relacionaban del modo adecuado. Incluso la pensión en la que la señorita Theodora paraba mientras estuvo allí era regentada por una señora con clase y los huéspedes, por supuesto, se elegían con sumo cuidado. 

Los momentos de descanso de Theodora eran de ejercicio, aire libre, mar y relajación, como escribe Heyns: "Pedaleó en dirección al mar, convencida de que practicar una actividad tan placentera no podía ser perjudicial ni para el cuerpo ni para el espíritu; el aire puro, el olor del mar combinado con aquellos turbios efluvios de la marisma, el sol suave y luminoso, las ruinas del castillo de Camber rodeadas de plácidas ovejas y el relamido pueblecito encaramado en la colina sugerían un orden asombrosamente equilibrado entre la naturaleza y la civilización"

La rutina diaria de la casa, en la que el escritor desgranaba sus palabras y la mecanógrafa las anotaba, puntos, comas, espacios, incluidos, se rompe con la llegada de uno de los amigos de James, un periodista y escritor llamado William Morton Fullerton. Fullerton era un auténtico mujeriego, un conquistador de ojos azules que tenía mucho éxito entre las mujeres. Entre sus muchas relaciones, algunas de las cuales son muy conocidas, estuvo Edith Wharton, la magnífica escritora, amiga y alumna de James, con la que dio una prueba de su escasa caballerosidad conservando, después de su ruptura, las cartas que ella le había enviado, a pesar de que la escritora le pidió que las destruyera. Las cartas salieron a la luz años después. 

Henry James americano de Nueva York por nacimiento (1843) y europeo de Londres por elección antes de morir (1916) es el precursor del monólogo interior y de los narradores múltiples. Su curioso tartamudeo a la hora de hablar quizá le vino bien a la eficaz mecanógrafa para ganar tiempo escribiendo al dictado. Expatriado en Europa, de la que tampoco se sintió nunca parte, en la biografía que escribió durante muchos años Leon Edel, a base de expurgar cartas y documentos inéditos que la propia familia James puso a su disposición (Henry James: A Biography), se muestra el proceso de la escritura en el que el detallismo descriptivo tiene un papel esencial. Joseph Leon Edel (Pittsburg-Pensilvania, 1907-1997) estuvo escribiendo la biografía desde 1953 hasta 1972, un esfuerzo ingente para tratar de mostrar el amplísimo mundo del escritor, lleno de referentes psicológicos, psicoanalíticos, espirituales y de la vida real. Su escepticismo ante los grupos sociales y nacionales lo señala Theodora en su librito: "Nunca fue un miembro en su totalidad de ningún grupo". Además de sus relatos y novelas, fue un interesado en el arte y un escritor epistolar de gran altura. 

La cuestión está en que Theodora (en la novela de Michiel Heyns lleva el nombre de Frieda Wroth) no es simplemente una chica que transcribe con pulcritud lo que se le dicta. Tiene también ansias de escribir ella misma. Por eso considera que su papel es escaso para el que le gustaría representar. Y un gusanillo de decepción le corre por el cuerpo cuando ve llegar a la casa del escritor a tanta gente importante, la mayoría literatos, que tienen largas y sesudas conversaciones sobre estilo, autores o épocas. La llegada de Fullerton le otorgará un papel principal en la trama de este libro porque el periodista se va a encaprichar de ella, como le solía ocurrir con la mayoría de las mujeres, y, de esa forma, colocará a la muchacha en una atroz disyuntiva: la lealtad o el amor. La lealtad es un ingrediente necesario y seguro para alguien que se dedica a colaborar con un escritor. El amor es lo que Frieda, como todas las muchachas de veinte años, que es la edad que ella tenía al llegar a Lamb House, precisan y desean encontrar en su vida. Aunque sea un amor dudoso como el que puede ofrecerle un individuo tan inestable sentimentalmente como Morton Fullerton. Así puede leerse en la correspondencia que mantiene con la joven cuando él, Henry James y Edith Wharton están en París. En ese intercambio de noticias él no duda en criticar a Wharton de una forma muy poco adecuada. En el libro no faltan los celos literarios, las intrigas, las cartas que aparecen y desaparecen.

Frieda cree, ingenuamente, que el señor Fullerton le profesa cierto afecto. Sin embargo, todos sabemos que eso puede ser muy poco, incluso puede no ser nada. Y aunque ella no estaba sobrada de afectos (problema por el cual muchas chicas prefieren el algo a la nada y soportan los juegos de estos tipos tan casquivanos y poco fiables) espero que tenga el suficiente sentido común para calibrar su decisión.

La mecanógrafa de Henry James. Michiel Heyns. Gatopardo Ediciones. Traducción de Magdalena Palmer. 2017. 

Michiel Heyns (1943, Sudáfrica) es novelista, traductor, crítico literario y profesor de literatura inglesa. 

Entradas populares de este blog

39 páginas

  Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

La primera vez que fui feliz

  Hay fotos que te recuerdan un tiempo feliz, que abren la puerta de la nostalgia y de la dicha, que se expanden como si fueran suaves telas que abrazaran tu cuerpo. Esta es una de ellas. Podría detallar exactamente el momento en que la tomé, la compañía, la hora de la tarde, la ciudad, el sitio. Lo podría situar todo en el universo y no me equivocaría. De ese viaje recuerdo también la almohada del hotel. Nunca duermo bien fuera de mi casa y echo de menos mi almohada como si se tratara de una persona. Pero en esta ocasión, sin elegir siquiera, la almohada era perfecta, era suave, era grande, tenía el punto exacto de blandura y de firmeza. Y me hizo dormir. Por primera vez en muchas noches dormí toda la noche sin pesadillas ni sobresaltos. La almohada ayudó y ayudó el aire de serenidad que lo impregnaba todo. Ayudaron las risas, el buen rollo, la ciudad, el aire, la compañía, el momento. No hay olvido. No hay olvido para todo esto, que se coloca bien ensamblado en ese lugar del cerebro

Siete libros para cruzar la primavera

  He aquí una muestra de siete libros, siete, que pueden convertir cualquier primavera en un paraíso de letra impresa. Siete editoriales independientes de las que a mí me gustan, buenos traductores, editores con un ojo estupendo.  Aquí están Siruela, Impedimenta, Libros del Asteroide, Hermida, Hoja de Lata, Errata Naturae, Periférica. Siete editoriales en las que he encontrado muchos libros bonitos, muchas buenas lecturas. En Errata Naturae los de Edna O'Brien con su traductora Regina López Muñoz, que está también por aquí. De Impedimenta mi querida Stella Gibbons y mi querida Penelope Fitzgerald entre otras escritoras que eran desconocidas para mí. Ah, y Edith Wharton, eterna. Los Asteroides traen a Seicho Matsumoto y eso ya me hace estar en deuda con ellos. Y los clásicos en Hermida. Y Josephine Tey completa en Hoja de Lata. Y Walter Benjamin en Periférica. Siruela es la editorial de las grandes sorpresas. 

Elegantes

  He encontrado esta foto en una red social. Me ha hecho pensar, recordar, escribir. Aparentemente solo son personas que están tomando algo en una calle de Londres, en una terraza de mesas verdes y sillas que parecen bastante incómodas. Aquí en primer plano un señor mayor. En segunda fila una pareja que está comiendo algo. Más allá otro señor. El señor mayor tiene un libro en la mano, está leyendo. En la silla de al lado hay más libros y lo que parece ser otra bolsa también llena de libros. No hay nada en la mesa, acaba de llegar o no ha pedido nada. Está absorto en la lectura. Lleva gafas de montura negra. Está concentrado absolutamente en lo que lee. La distancia nos impide ver de qué libro se trata.  El hombre mayor va muy bien vestido. Pantalón gris de raya bien planchada, una camisa clara, una chaqueta azul. Lleva calcetines azules y unos mocasines negros bien limpios. Es un hombre elegante y su elegancia no es afectada, no es cursi, no es presuntuosa, sino natural. Es elegante la

Curso de verano

  /Campus de Northwestern University/ Hay días que amanecen con el destino de hacer historia en ti. No los olvidarás por mucho tiempo que transcurra y esbozarás una sonrisa al recordarlos: son esos días que marcan el reloj con un emoticono de felicidad, con una aureola de sorpresa. He vivido mil historias en los cursos de verano. Durante algunos años era una cita obligada con los libros, la historia o el arte, y, desde luego, de todos ellos surgía algo que contar, gente de la que hablar y escenas que recordar. El ambiente parece que crea una especialísima forma de relación entre los profesores y los estudiantes, de manera que no hay quien se resista al sortilegio de una noche de verano leyendo a Shakespeare en una cama desconocida. Aquel era un curso de verano largo, con un tema que a unos apasionaba y a otros aburría, en una suerte de dualidad inconexa. Sin embargo, el plantel de profesores no estaba mal. Había alguna moderna con ínfulas, que este es un género repetido, y también uno

Slim Aarons: la vida no es siempre una piscina

  El modelo de la vida feliz en los cincuenta y sesenta del siglo pasado bien podría ser una lujosa mansión con una maravillosa piscina de agua azul. En sus orillas, hombres y mujeres vestidos elegantemente, con colores alegres y facciones hermosas, charlan, ríen y toman una copa con aire sugestivo. Esto, después del horror de las dos guerras mundiales, bien valía la pena de ser fotografiado. Así lo hizo el fotógrafo Slim Aarons (1916-2006) un testigo directo y también un protagonista entusiasta, del modo de vida de las décadas centrales del siglo XX, en el que había una acuciante necesidad de pasar página, algo que ni la guerra fría consiguió enturbiar. Como si estuviera permanentemente rodando una película y un carismático Cary Grant fuera a aparecer para ennoblecer el ambiente.  Slim nació en una familia judía de Nueva York y tuvo una infancia desastrosa. No había felicidad sino desgracias y eso se le quedó muy grabado. Luego estuvo en la segunda guerra mundial y allí cubrió momento