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Mostrando entradas de agosto, 2017

Toma el verano y llénalo de rosas

El día que termina el verano siempre deseo que el verano empiece. Lo imagino en sueños como una gozosa travesía, con noches de luna y besos frescos; con miradas profundas y manos anhelantes. El verano es una emoción que culmina sin realizarse, una forma de entender el paso de las horas, la huella de un tiempo que no puedo descifrar. Si tú existieras, las cosas encajarían como en un gran puzzle de castillos románicos y quizá el Camino de Santiago nos surtiría de amaneceres y todas las tardes tendrían asegurada una promesa. Si el devenir de los días no tuviera este aire cansino y gastado, sería señal de que en ellos los cuerpos bailarían enlazados, con el latido a flor de piel y el aire tenue de los amores que no necesitan explicación.

Otro día de llanto

(Crying girl. 1963. Roy Lichtenstein) La azotea parece un mirador.  Rodeada de almenas, un castillo, de azul una princesa. En una de las esquinas hay una espadaña pintada de azul. Es el azul de ese mar del fondo. El azul que remata la cal de las paredes. El azul de otros ojos. Azul, inmenso azul. Turbio azul de las noches en vela.  Este banco de piedra es un testigo mudo y, si sucediera un crimen, nada diría. Está gastado por todas partes y parece mentira que puedas sentarte y no se te deshaga entre los dedos. Conserva una solidez ficticia. Es el banco de las lágrimas. Porque llorar se oculta a los ojos de todos. Porque se sorbe el llanto con los dedos. Porque se encoge el alma y nadie lo percibe.  Una noche de insomnio y el mar enfrente. Te deslizas delante de su estampa y se vuelca hacia dentro esa grandeza única. Aquí, en la azotea, un alminar de gestos incompletos, una estancia fugaz, una mentira nueva que recuerdas sin que nadie te nombre. Abajo, hacia la luz, se e

"Espérame en la última página" de Sofía Rhei

!Cuánto bien hacen estos libros mal llamado ligeros, que se leen en el verano, en esos momentos de no es no, de nada es nada, de silencio o de depuradora! Este es, precisamente, el caso de Espérame en la última página . Un libro que contiene otros libros y que guarda, sobre todo, una historia. La de Silvia Patiño . Como suele ocurrir con las buenas chicas, ella está enamorada desde hace años de un simpático canalla, Alain , casado con Giulia por más señas. Ella, Giulia , es, según Alain , una malvada bruja que le impide separarse, lo que conviene bastante a las intenciones de este Don Juan, que disfruta así de, al menos, dos mujeres.  Cuando encontramos a Silvia ella vive en París y tiene allí a una amiga del alma, Isabel, mamá soltera de una niña de doce años muy lista e ilustrada, Isolde, a quien le pirra el cuento de El Príncipe Feliz. También tiene un trabajo y un jefe, Monsieur Lestaing, en horas bajas, y unas compañeras de trabajo entre las que hay de todo: C

"Mujeres que compran flores" de Vanessa Monfort

Están de moda las novelitas románticas, dicho sea sin ánimo peyorativo. Las hay dirigidas a jovencitas, algunas de las cuales hacen furor entre ellas e incluso puede que se escriban a modo de adaptaciones de clásicos. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con Orgullo y Prejuicio de Jane Austen , que se reescribe en todos los tonos y ambientes posibles. Un Darcy no es poca cosa.  Luego están las novelas como estas, que hablan de mujeres y que leen, básicamente, mujeres. Son novelas con un mensaje positivo, de superación, de búsqueda de la felicidad, de logro de retos. Son novelas que no hacen daño y que, quizá, por un momento, tras leerlas, te dejan el espejismo de que un mundo mejor es posible. Cosa que, desgraciadamente, se evapora en cuanto sales a la calle y aspiras el aire viciado o limpio de la ciudad o el campo.  Pero está bien que haya de todo y no ha de ser la reflexión sesuda la única que ocupe las estanterías de las librerías o las mesas expositoras de los grandes

"Harriet" de Elizabeth Jenkins

Intenso, demoledor, desasosegante, duro, frío, terrorífico. El libro de Elizabeth Jenkins te ofrece un comienzo engañoso. Parece que todo se reduce a una muchacha mal dotada intelectualmente, pero con dinero, y a un tipo egoísta y necesitado de pasta. Pero no es verdad. Nada es tan sencillo. El juego de personalidades enfrentadas en esta novela exigiría un estudio psicológico y mucho tiento para discernir a qué se debe la extraña relación entre los hermanos Oman, Lewis y Patrick ; o la soterrada envidia plagada de angustia que vive Alice en relación con Harriet ; o el papel de Clara, obtusa, sumisa pero, al fin, liberada del peso de un enorme secreto. Harriet es una chica acomodada por la herencia de su padre. Su madre está casada en segundas nupcias y trata cariñosamente a su hija, comprende sus limitaciones, acepta sus caprichos y sabe que, en el fondo de su cerebro opaco, hay bondad y deseos de ser feliz. Quién no quiere casarse de blanco y con sedas... La madre de la mu

"Un bolso y un destino" de Leigh Himes

Comprarte un bolso de Marc Jacobs puede ser, en ocasiones, la puerta de un pasadizo secreto al que accedes en cuanto te caes de las escaleras mecánicas. Eso le pasó a Abbey Lahey que se despertó convertida en la señora Abbey van Holt , de los van Holt de toda la vida. Su marido antes de caerse era Jimmy , un trabajador por cuenta propia, que regenta un vivero. En cambio, cuando despierta, a su lado está Alex van Holt , amadísimo hijo de Meribelle y candidato al Congreso de los Estados Unidos. De ser una madre trabajadora y en apuros porque el dinero no llega o el tiempo no estira, Abbey se trasmuta en esposa de candidato, con servicio, coche con chófer y un cuerpo curtido a base de entrenamiento personal, pasar hambre y confiar en un buen cirujano. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Detrás de la fachada de triunfadores de los van Holt subyacen conflictos no resueltos, emociones que no encuentran salida y aburrimiento, mucho aburrimiento. Claro que esto mismo le pasa a

En otoño vuelan libros

Una de las cosas más divertidas de cada año es husmear por las novedades bibliográficas que vendrán con el nuevo curso. Desde finales de agosto hasta finales de año, las editoriales se sacuden el polvo y la modorra, para adentrarse en la aventura de presentar nuevos productos, libros que llamen la atención, que susciten comentarios, que impulsen el boca a boca. Eso de encontrar algo que se va a convertir, con la ayuda de todos, en el libro del año.  Este año de 2017 tiene ya sus avisos correspondientes y estoy viendo portadas que anuncian alegrías. No me pararé en los best-sellers que los cronistas de los periódicos van a reseñar, o que las editoriales van a propulsar a bombo y platillo. Tampoco en los libros premiados, esos que todos sabemos que, salvo excepciones, se quedan en las estanterías una vez comprados.  No. Os hablaré de los libros que espero leer porque son de autores que me gustan, porque tienen títulos especiales, porque me fío de sus editores o porque me da en

"Me los dejó en un plato y se fue a tientas"

¿Qué haces? ¿Cómo estás? ¿Qué piensas? ¿Dónde miras? Se vuelcan las preguntas. Las preguntas aquellas que sembraban las noches y los días, que cuajaban palabras en el texto, que se abrían como flores en la tarde. Creyó que el sentimiento espantaría el sonido de la interrogación y un trasfondo algebraico, un murmullo aprendido, cubriría para siempre el invisible lazo.  ¿Dónde vas? ¿Por qué eso? ¿Qué me dices? ¿Te enfadas? Se estiran las preguntas. Hay un rumor a sueño que ensucia el aire tibio y la atmósfera firme de las noches en vela. Y una necesidad de que se escriban besos, de que se aparte el miedo, de que se encuentre todo. Creyó que sus misterios eran correspondidos y que la mano firme que empuñaba el teléfono tenía sabor a rosas, a cristal deshojado.  Se ha equivocado en todo. No hay razón que lo explique, ni circunstancia alguna, ni cambio, ni protesta. El vacío del buzón que no se abre. El hueco de la voz en la distancia. La risa que no suena. Se ha equivo

Cartas, relaciones, cartas...

Podría escribirse una historia del sentimiento amoroso a través de las cartas. La relación epistolar ha construido relaciones y las ha destrozado. Ha cerrado capítulos y ha mantenido la ilusión cuando la distancia se ha convertido en eje. Ahora, en nuestros días, esa distancia no tiene que ser física. Aposentados cada uno de nosotros delante del ordenador, en cualquier momento sale al aire de la Red un mensaje de correo electrónico (encantador anacronismo del tú a tú que está a punto de ser declarado especie a extinguir) y, por qué no, el aviso en forma de tuit o el intrigante post de Facebook, que se dirige al mundo aunque a ti se dirige.  Descifrar los mensajes, las entradas, los post, las canciones o los enlaces, es un deporte actual que requiere perspicacia, conocimiento y tiempo. Ahora el tiempo nos sobra y por eso hemos inventado el verbo procrastinar. Yo procrastino, tú procrastinas y todos procrastinamos en alegre compaña. Debería haberse imaginado un vocablo más fáci