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Mostrando entradas de julio, 2012

La ciudad dormida

Esta entrada va dedicada a mi amiga Carmen Cuesta El profesor Fesquet y su esposa Marie acaban de llegar a Sevilla. Ellos vienen de Nimes, en el sur de Francia y, como muchísimos nimeños, son grandes aficionados a España, a los toros y al flamenco. También son cultos, grandes lectores de nuestro siglo de Oro, cinéfilos y amantes del Arte. Hacía muchos años que no venían a Sevilla, en concreto, desde el año de la Expo, 1992, por lo que su llegada estos días ha sido, para mí, un termómetro sobre el estado de la ciudad vista por ojos foráneos y objetivos, lejos de las disputas recurrentes entre las distintas visiones que son el pan nuestro de cada día. Después de recorrer la ciudad palmo a palmo, barrio a barrio, de norte a sur y de este a oeste, el profesor Fesquet y su esposa Marie han concluido que Sevilla está dormida. Como conocedores de los cuentos infantiles que a todos los niños nos han acunado desde antiguo, para ellos la ciudad semeja una Bella Durmiente que, por un extrañ

La educación, sí, la educación

El Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, ha manifestado que la mejor política económica es la que pasa por una buena educación. Los que, desde hace muchos años, trabajamos en esto, no podemos dejar de estar de acuerdo. No sólo la educación es la mejor inversión, sino que es la garantía de que la sociedad avance y los individuos tengan en su mano la posibilidad de ser felices. Porque una buena educación nos proporciona un puesto en la sociedad y una puerta abierta a los placeres del entendimiento. ¿Cómo puede lograrse que la Educación, ahora con mayúsculas, mejore de forma considerable en Andalucía? En primer lugar conociendo sus problemas de fondo. Problemas que van más allá de asignaturas concretas o de cuestiones laborales. Problemas que conciernen a la esencia misma del sistema educativo que, desde hace años, no responde a las necesidades de la sociedad a la que debe atender. Y se trata de una cuestión de sentido común, de conocimiento y de solvencia. El p

Ciudadano de primera

La plaza trianera en la que vivo se llena de agua cuando la lluvia cae con intensidad. El pavimento se cubre de enormes charcos, que con el sol parecen de oro y con la luna, de plata. Charcos que duran días y días, pues no hay ninguna máquina municipal, ningún servicio, que limpie la zona y la deje de nuevo abierta y seca para que los chavales jueguen en ella al balón, o correteen con las bicicletas y los patines.   Los días siguientes a la lluvia son especiales, porque, acostumbrados como estamos al sol y al buen tiempo, agradecemos esos tibios rayos que surgen en medio del nublado y no es raro ver a los niños con las botas de agua salpicando en los charcos de la plaza, saltando y cubriéndose las botas de tierra húmeda que la plaza va acumulando, a pesar de que es una plaza fría, una plaza como las del norte de Europa y no tiene albero salvo en una de las zonas. El resto es pavimento duro y parterres sobre los que hay, en ocasiones, perros, acompañados de dueños incívicos, que trot